jueves, 20 de mayo de 2010

Chile en la Paradoja

Revista Capital, 20 de Mayo de 2010
http://bit.ly/9BPHd0

Finalizo la lectura del libro de Eugenio Tironi Radiografía de una Derrota. La historia de la campaña electoral 2009-2010. La polémica ha sido intensa. Es natural. El candidato de la coalición de gobierno resulta derrotado mientras la presidenta –proveniente de las mismas filas– alcanza los más altos índices de aprobación de los últimos veinte años. La Concertación entró en el terreno de la paradoja, de aquello que difícilmente encontrará explicación completa. Esa paradoja, ese absurdo, representa el fin de un ciclo natural cuyos efectos están aún por apreciarse en toda su magnitud.

En esa perspectiva el texto es un aporte. Obliga a reflexionar sobre los procesos de fondo que vive nuestra sociedad, la naturaleza de la relación entre política y ciudadanos, la calidad y pertinencia de las ofertas políticas disponibles, las claves del futuro. Vale la pena, me parece, intentar profundizar en este debate. Sin pretensión científica alguna, aquí adelanto algunas de mis opiniones.

Tras 20 años de gobierno, la Concertación perdió la batalla por el futuro. Fracasó en la tarea de proponer un horizonte atractivo a una sociedad que hace rato superó el trauma del quiebre democrático y la vida en dictadura. Una sociedad de personas que no concede a nadie un derecho preferente a representarla y que está dispuesta a evaluar con libertad distintas opciones políticas.

El éxito de Sebastián Piñera, sin embargo, no es hasta ahora el éxito de la derecha. Lo que Piñera logró, y en eso tiene mérito enorme, es capturar un imaginario colectivo de corte social demócrata y ofrecer una alternativa en que combina la promesa de continuidad con una oferta de mejorías significativas en la gestión pública. La coalición que encabeza llegó al poder mimetizada con los éxitos de la Concertación, ocultando en el sótano los ejemplares disponibles de la teoría del desalojo de Allamand. Pero, seamos francos, también lo hizo capitalizando el descontento creciente por el desgano y la desprolijidad que se fueron apoderando de la gestión de muchos asuntos públicos: la dificultad para avanzar en mejorar la calidad de la educación pública, la persistencia en los problemas de gestión hospitalaria, la imposibilidad de construir un buen sistema de transporte público, la ambigüedad respecto de los desafíos ambientales.

El mimetismo con que la actual administración llega al poder no es, sin embargo, suficiente para gobernar. No basta con presentar una pareja de homosexuales en un spot electoral para comprometerse con el respeto a la diversidad y la dignidad de todas las personas. No basta con prometer el gobierno de los mejores si quienes así se autoproclaman prefieren permanecer en la comodidad de sus oficinas privadas antes que asumir los riesgos y costos del servicio público. No basta con proclamar las bondades del gobierno de los gerentes si las viviendas de emergencia post terremoto son aportadas mayoritariamente por el voluntariado del Techo para Chile.

La derecha, hoy en el gobierno, no parece avanzar en la construcción de una mayoría sólida. La obsesión por enlodar los logros de la Concertación, la sustitución de directivos del servicio público por personas afines políticamente, la minimización de la importancia de los conflictos de interés entre las autoridades, son muestra de aquello. En suma, lo que está en tela de juicio es la efectiva madurez cívica de la derecha y su adhesión de fondo a los valores democráticos y republicanos.

La tarea de la centro izquierda no será tampoco fácil. El resultado electoral que nos ubica en una posición de relativa equivalencia con el oficialismo esconde los restos de una coalición que perdió el sentido colectivo, su identidad y su voluntad de cambio.

El desconcierto inmoviliza. Entre peleas matrimoniales, jóvenes con ideas viejas y la incapacidad para comprender la vida política al margen del Estado, se vuelve casi imposible redescubrir el Chile del cual nos desconectamos y que se oculta bajo las ruinas del terremoto, la locura por juntar los pesos para llegar a fin de mes, las profundidades de Twitter y Facebook.

En medio de esta realidad paradojal, desconcertante y desafiante, se va forjando un nuevo Chile. El desafío de los partidos es abrazarlo, comprenderlo y dejarse interpelar por él. Está por verse quién, desde esa experiencia vital, liderará una nueva mayoría que está en proceso de gestación.

martes, 18 de mayo de 2010

Post Natal: Más que una Discusión sobre Madres e Hijos

El Presidente Piñera ha convocado una comisión para analizar la posibilidad de extender la licencia post natal para las madres hasta alcanzar los 6 meses. Las razones son múltiples. Entre otras, la conciencia creciente de la importancia de favorecer la lactancia materna, el estimular el apego madre-hijo, eliminar la necesidad de recurrir a diversas trampas para permitir a las madres acompañar a sus hijos en sus primeros meses de vida.

Las razones en contra siempre se encontrarán en el plano de los costos. El argumento es simple: si contratar mujeres es más caro que contratar hombres, entonces se contratan menos mujeres o se les contrata con menores salarios.

Con todo, mi impresión es que la discusión está ocultando problemas de fondo. No son pocos los que hacen gárgaras defendiendo la importancia de la familia como “núcleo fundamental de la sociedad”. Pero, si tener familia es finalmente sólo responsabilidad de la mujer, quien deberá en la práctica asumir en solitario los deberes de la crianza sacrificando dimensiones fundamentales de su vida. Entonces, ¿de qué defensa de la familia hablamos? ¿Cuál es el rol para los padres? ¿No es razonable sostener que existen dimensiones centrales del cuidado de los menores que pueden ser asumidos por éstos? Es decir ¿por nosotros? ¿Qué ocurre cuando la mujer quiere compatibilizar trabajo y maternidad? ¿Qué ocurre cuando esa compatibilidad no es (sólo) una opción sino que una necesidad? ¿No son posibles fórmulas más flexibles que a la vez reconozcan que las familias de hoy no son las de hace tan sólo un par de décadas atrás?

Porque finalmente esta discusión no es sólo sobre el derecho de la mujer a acompañar a sus hijos recién nacidos y el derecho de éstos a contar con su madre cerca. Es también sobre el derecho que la sociedad reconoce efectivamente a la mujer para desarrollarse plenamente como persona, combinando maternidad y trabajo, así como la discusión pendiente sobre el rol que los hombres tendremos en la vida cotidiana de esas familias que todos declaramos defender y que llega el tiempo la ley reconozca como corresponde.


sábado, 8 de mayo de 2010

Por ésto también perdió la Concertación

Eugenio Tironi ha despertado polémica con su interpretación de la derrota concertacionista en las elecciones presidenciales de enero recién pasado.

Una causa no relatada, en otro ámbito de gobierno, es la burocratización creciente que bajo nuestros gobiernos adquirió la política de derechos humanos. En la nota de prensa que adjunto, ustedes podrán apreciar como una familia modesta debe recurrir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para poder ejercer su derecho a la justicia.

Ver:

En paralelo, pese a haberse alcanzado un acuerdo con ex carabineros injustamente exhonerados a fines de la década de los noventa, el gobierno aún no cumple con el compromiso adquirido de constituir una mesa de trabajo que estudie y evalúe la adecuación de los procesos de calificación y ascenso en Carabineros de Chile, a los principios internacionales de derechos humanos que rigen en esta materia y a los cuales el país ha adherido.

El acuerdo, tardío, fue alcanzado en las postrimerías de la administración Bachelet. Veremos ahora si la administración Piñera, contra todo lo esperado, actúa con más rapidez y sensibilidad en la materia.

Ambas causas han sido patrocinadas pro bono por la Corporación Interés Público


viernes, 7 de mayo de 2010

Grande Amelia Bruja

Amelia Bruja es una bloggera notable. Sus posts están llenos de ironía, frescura e inteligencia. Pero además, y le pido perdón si estoy confundiendo sus intenciones, en sus posteos también se percibe amor por Chile.

Esta semana tuvo una nota genial, cuando nos decía a propósito de los demócrata cristianos que "es triste la vida cuando los "chascones" ya son todos pelados". Notable recordatorio del "envejecimiento poblacional" del PDC, pero con él, del conjunto de los partidos de la Concertación. Envejecimiento que preocupa, en serio, no por razones etáreas sino por lo que representa en términos de distanciamiento con la mayor parte del país. No es una cuestión de edad, es una cuestión de distancia con aquellos a quienes se busca representar.

Querida Amelia, tenemos pega por delante! Gracias por no dejarla pasar.




Hans Küng. Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo

15 Abril 2010


Hans Küng es un Teólogo muy controvertido dentro de la iglesia católica. Junto con Ratzinger, fueron los teólogos más jóvenes del Concilio del Vaticano II. Los dos han coincidido en la Universidad Tubingia, donde han estudiado o impartido clases importantes políticos (Horst Köhler , presidente de alemania), poetas (Friedrich Hölderlin), filósofos (Friedrich Schelling y Georg Wilhelm Friedrich Hegel) y representantes de las dos grandes iglesias en alemania: protestantes (Ferdinand Christian Baur) y católicos (Joseph Ratzinger).

Hans Kúng siempre ha estado en contra de la autarquía papal y a favor de aplicar la renovaciónes el concilio, cosa que Ratzinger ha hecho caso omiso. En su momento Hans Kúng se le prohibio dar clases por su pensamiento. Si la Iglesia (y con iglesia me refiero al grupo de poder) dejara de pensar como en el medievo y permitieran a teólogos como Hans hablar hablar, quizá les fuera de otra manera, pero claro ellos se creen los representantes de Dios en la tierra. Y mucha culpa la tiene quienes les siguen, aquellos que se creen cristianos de verdad, los que dicen tener la verdad y no respetan a los demas, aquellos que siguen a alguna congregación o secta dentro de la Iglesia, de las cuales ahora se ponen en entre dicho con la actitud asquerosa y deplorable de sus cabecillas.

HANS KÜNG Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo 15/04/2010

Estimados obispos,


Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 - 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.


Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.

Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religión de sus conquistadores europeos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.


Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:

- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.

- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.

- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.

- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaa de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.

El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.

Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.


Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.

Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas "unidades pastorales" en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.

Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todaa se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todaa el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo elsecretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.

Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.


1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!

2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.

3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles,donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.

4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.

5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:

6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta haahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.

La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con "valentía" apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.

Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng

Cura del Alma

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Cristián Warnken

Jueves 29 de Abril de 2010


Cura del alma


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Hay curas y curas. La palabra Sorge en alemán significa “cura”, cuidado. Hay curas que sanan y otros, en cambio, que enferman y envenenan lo que se les entregó para cuidar y curar. El abismo que separa a los unos de los otros es el mismo que el que separa la luz de la oscuridad, el mal del bien.

Están los curas de pueblo, bonachones y campechanos, cuya fe está cerca de la tierra (y, por eso, tal vez también del cielo) y con los cuales se puede tomar el vino consagrado en una rústica mesa familiar.

Está también la categoría de los curas de prédica aburrida y ramplona, que lo hacen a uno bostezar en misa, incluso cuando están hablando de los misterios más hermosos y elevados. Ellos no hacen el mal, sólo aburren. Hacen los domingos más tristes de lo que ya lo son.

En sus antípodas están los curas de retórica incendiaria, de carisma fuerte. Son atractivos, pero en esa misma atracción reside un peligro: algunos usan su especial energía y retórica contagiosa para generar incondicionalidades enfermizas y acríticas en fieles ávidos de alguien que les administre la vida interior. Y eso pasa porque el católico medio es muchas veces ignorante de su propia fe, flojo: no lee, no profundiza, prefiere que se le entregue un pan digerido, una papilla espiritual, que otros piensen por él. Para fieles así, es muy difícil distinguir la cizaña del trigo. El límite entre alguien tocado por el espíritu santo y un psicópata o pervertido es muy tenue, y la historia humana (y no sólo la de la Iglesia) está llena de ese tipo de impostores.

Tanto daño pueden hacer, que uno tiende a preferir incluso la fe tibia, “FOME” del sacerdote ramplón. Es cierto que ha habido “personalidades” apasionadas en la Iglesia, pero esos son un San Pablo o una Santa Teresa de Ávila, tan excepcionales como escasos y de otro nivel que los “santos” falsarios que hoy ocupan las páginas amarillas de los diarios del mundo. Qué duro ha sido desvestir esos “santos”, y qué doloroso está siendo para muchos creyentes de buena fe darse cuenta de que a los que veneraban eran, en realidad, asesinos de almas en serie.

Yo quiero rendir un homenaje, en esta hora de decepciones tan hondas, a los sacerdotes que “curan” el alma. Ellos no exigen una adhesión patológica: dan (sin esperar nada a cambio) amor y sabiduría, lo único esencial que necesitamos para cruzar en paz este valle de lágrimas. Los curas del alma, cuando predican la verdad, lo hacen sin estridencias, hasta con cierto pudor, no dejando espacios para peligrosos cultos a la personalidad.

Beltrán Villegas es uno de ellos. Experto bíblico, traductor de los salmos, nos traspasó su amor a la hermosa lengua hebrea, enseñó a muchos de mi generación a leer la Biblia con gozo e inteligencia literaria. Él nos hizo descubrir que Cristo era un poeta, y que la duda enriquece una fe sana. A él le hice las preguntas más difíciles, de él aprendí que ser católico no significa tapar el duro vacío que somos con comodines tramposos. Su manera exquisita de predicar era escuchar y dialogar sin límites. Por sacerdotes refinados intelectual y espiritualmente como él, que respetan la libertad y la intimidad sagrada de sus fieles, la Iglesia superará esta amarga crisis.

Una canción de Sui Generis, “¿Dónde está Dios, dime quién me lo robó?”, resume la pregunta lacerante de las víctimas de los abusos, pregunta que ha golpeado y emocionado al mismo Papa. Al contar su verdad, ellos están dando testimonio de un coraje interior que les ha faltado a quienes —desde las jerarquías locales— debieron acelerar los procesos de investigación todavía inexplicablemente inconclusos. Jesús está llorando en esta hora, su santa faz tiene vergüenza cuando mira a la cara a sus “representantes” en la tierra: nada lo violentaba más que la cobardía y el fariseísmo. Yo recuerdo, en cambio, la sonrisa sabia bajo una barba rala y los ojos limpios de Beltrán Villegas.