sábado, 2 de octubre de 2010

EL LEGADO DE LOS COMUNEROS

Sergio Espejo Yaksic


Viernes 1º de Octubre de 2010, luego de 82 días de huelga de hambre, dos tercios de los comuneros Mapuche que participan de ésta deponen su protesta. El resto tomará una decisión el día sábado.

Mientras el riesgo de haber perdido valiosas vidas va quedando atrás, aún es demasiado pronto para una evaluación a fondo de lo que ha ocurrido.

No es fácil olvidar que los comuneros debieron superar los 30 días de huelga de hambre para que la televisión chilena comenzara a informar sobre ellos. Uno de los momentos más emblemáticos de este silencio informativo lo proporcionó el canal de televisión de la Universidad Católica el día 21 de septiembre. Ese día, el noticiero central del canal dedicaba su pauta a los malestares estomacales propios de las fiestas patrias, a la lesión de un futbolista y a un perro bailarín. De los comuneros ni una sola palabra. Y eso mientras Monseñor Ezzati dedicaba sus mejores esfuerzos a la búsqueda de una solución.

Y si la televisión no informaba, ¿era el conflicto una cuestión que nos importara como chilenos? Por un lado, numerosos comentarios racistas e ignorantes se multiplicaron en redes sociales como twitter. Por otro, el desinterés colectivo parecía ser la respuesta patria a un conflicto que amenazaba la “mirada oficial” que todos parecíamos querer abrazar este bicentenario. Una verdad oficial que evade todo conflicto.

¿Y era necesario esperar tanto para que el gobierno expresara disposición a dialogar? Hay que agradecer que el Presidente Piñera haya debido asistir a las Naciones Unidas y que Chile postule a ser reelecto como miembro de la Comisión de Derechos Humanos de esa organización. Si ello no hubiera ocurrido, ¿habríamos tenido diálogo antes de que un comunero muriera?

Con todo, es evidente que al arriesgar sus vidas los comuneros en protesta obtuvieron resultados importantes. Aún cuando de manera imperfecta, la ley Antiterrorista y la Justicia Militar están siendo reformadas para pagar nuestras ya históricas deudas con los estándares internacionales del debido proceso.

¿Eran necesarios 82 días de huelga de hambre para que nuestros líderes políticos dieran este paso?

Por otro lado, los comuneros han afirmado sin eufemismos que la democracia no garantiza leyes justas ni el respeto efectivo a los derechos de todos. Pero lo han hecho mostrando que la paz activa, el ejercicio físico de la fuerza moral convirtiendo en arma no violenta la propia vida, es una herramienta de enorme poder. Aún más, a través de gestos concretos como la pronta aceptación de la intervención de Monseñor Ezzati, han demostrado que su voluntad de fondo siempre consideró al diálogo real con las autoridades del Estado como el objetivo último de su acción.

Pero al afirmar su disposición a perder sus vidas, los comuneros han expresado con firmeza inquebrantable algo incluso más importante. Han señalado que ellos también, en tanto Mapuche, tienen un espacio que ocupar en la identidad del Chile del bicentenario y en su futuro. Un espacio que, por cierto, no consiste en cumplir el rol que los demás queramos imponerles. Un espacio cuyos contornos sólo pueden ser construidos en el diálogo y el reconocimiento de la diversidad cultural que doscientos años de historia nacional no han logrado suprimir. Un espacio que, al expresarse, deberá convertirnos en un Chile más justo, más íntegro, más humano.

Ese puede ser el legado más significativo de esta larga jornada.

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